Szenczi y Mañas exploran la carga ritual del paso de la adolescencia a la madurez

ABC Cataluña, marzo de 1989

Autor: Adela Farré

Vinçon acoge su instalación «La mesa está servida».

«La mesa está servida» es el título de la exposición-instalación que Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas nos proponen estos días en la sala de exposiciones Vinçon. Un montaje cuyo recorrido se inicia en el lomo de un gigantesco libro abierto, en el que se han realizado unos orificios que permiten contemplar el eje mitológico de una muestra centrada en la reflexión en torno al paso de la adolescencia a la madurez.

A través de los orificios que perforan el libro-escultura vemos la mesa presidida por una imagen en cartón-piedra de la diosa Artemisa, deidad de la caza y la pesca como la Diana romana, pero a la que también se consagraban las ceremonias de iniciación, las pruebas de virilidad a las que eran sometidos los jóvenes en su paso a la edad adulta. Este es, precisamente, el tema que ha orientado el trabajo de los pintores Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas que se expone durante todo el mes de marzo en La Sala Vinçon.

Junto a este eje virtual que componen el libro – «una suerte de homenaje a nuestro amigo Vicenç Ferrán, uno de cuyos textos sobre la adolescencia nos ha servido de hilo conductor para realizar esta instalación, junto con las obras de Jean-Pierre Vernant, como La muerte en los ojos, un estudio sobre el mundo griego, y la de autores como Ernst Jünger», explica Mañas -, la mesa – «metáfora de la confrontación entre el mundo salvaje y la civilización que es también un poco la metáfora del paso de la adolescencia a la madurez de la sociedad» – y el cuadro Le déjeuneur d´huitres célibataires – «que es como un banquete de boda en el que hay un juego de referencias sexuales veladas, representadas por los hombres que protagonizan la escena de la comida y las ostras que devoran, que simbolizan lo femenino; pero también quiere simbolizar de algún modo las formas modernas de ceremonias de iniciación», dice Szenczi – se sitúa un segundo eje de corte narrativo compuesto por seis lienzos-relieve que recorren el proceso de transformación del joven en hombre adulto.

El ciclo se inicia con La regla y prosigue con Le départ, El intercambio, La transmutación y Pasaje – escenas estas cuatro en las que los autores establecen un paralelismo con las cuatro estaciones del año: Otoño, Invierno, Primavera y Verano, respectivamente, y, concluye con Moira – en el que unas mujeres, «al modo de parcas», señala Szenczi, reparten el banquete del mundo -.

«El tema del pasaje de uno a otro estado nos ha interesado – explica Juan Antonio Mañas – por su gran carga simbólica y también porque su tratamiento ha variado mucho a lo largo de la historia. En la Antigüedad, un acontecimiento tan importante como es la incorporación del individuo a la comunidad adulta se encuentra rígidamente codificado, ritualizado, pero a medida que pasa el tiempo las fronteras entre adolescencia y madurez pierden rigidez y el cambio queda sujeto al libre albedrío».

– ¿Esta exposición es, entonces, una toma de posición moral respecto al tema? ¿Una valoración, positiva o negativa, de este cambio?

– Lo que nos ha interesado no ha sido tanto dar una lectura positiva o negativa de esta evolución como ponerla de relieve. Subrayar una problemática que sigue existiendo en nuestra sociedad y a la que, sin embargo, no se presta hoy la atención que mereció en otras épocas.

Este es el segundo montaje que Szenczi y Mañas realizan conjuntamente – el anterior, Cinema, viajó entre 1982 y 1986 por varias ciudades españolas (Barcelona, Madrid, Zaragoza) y europeas (Turín, Aosta, Cannes, Paris, Toulouse…) -, aunque en general su pintura y, ocasionalmente, escultura, siempre figurativa, en una línea que podría definirse como realismo mágico, guarda muchos rasgos comunes, «debido, sin duda, a que se trata de una pintura muy meditada, muy cerebral, que debatimos entre los dos».

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