Tres años después de su última presencia en Madrid, estos dos artistas que colaboran y organizan sus exposiciones conjuntamente, mantienen su reflexión sobre una cierta idealidad del pasado que, voluntaria o involuntariamente, oponen a la circunstancia del presente.
Esta nostalgia persistente de una supuesta armonía en la vida pretérita es evocada con pasión, de tal manera que para los artistas adquiere ─ y ellos mismos le otorgan ─ una dimensión mítica.
En consecuencia, para corresponder de forma coherente a esta formulación, ejecutan una línea de representación en la que se aprecia la influencia de artistas como Balthus o De Chirico, por citar a los más conocidos.
Los escenarios creados por Szenczi y Mañas, asistidos por una atmósfera ensoñadora, bañados por una luz sensual, rememoran el fantasma de una antigua felicidad ida sin dialéctica posible con una felicidad a conquistar en el presente. Es una verdadera paradoja la que se da en las imágenes de nuestros pintores, menos amable de lo que podría creerse, pues el recuerdo constante de la bella y antigua época acaba por estratificar el pasado, que de puente que anticipa el acontecer del futuro pasaría a convertirse en piedra que interrumpe la comunicación entre ambos.
Es posible que, por estos cuadros, hayamos comprendido un poco más la diferencia entre la “melancolía iluminada” y la mera nostalgia del pasado.
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