Szenczi & Mañas - La mesa está servida

La mesa está servida – Sala Vinçon

En la primavera de 1989 Brigitte Szenczi y Juan Antonio Mañas realizan en la Sala Vinçon de Barcelona la instalación «La mesa está servida».

Al realizar esta instalación ambos artistas toman en cuenta las posibilidades que ofrece la Sala; tanto en lo que respecta a su programación, como en lo que hace a las características de su espacio físico. Por un lado, la programación de la Sala está abierta a las más variadas manifestaciones creativas, incluso aquellas que no se enmarcan dentro de las artes plásticas, como puede serlo el diseño industrial, lo que permitía una gran libertad de acción al elegir el proyecto. Por otro lado, la Sala, ubicada en lo que había sido el estudio del pintor Casas, es un espacio cuadrado, por no decir cúbico, que se caracteriza por su perfecta simetría, a la que se accede por una amplia escalera.

Szenczi & Mañas - La mesa está servidaLibertad temática y espacio determinaron la instalación de Szenczi y Mañas.

El tema elegido fue el de la carga ritual en el paso de la adolescencia a la edad adulta, en una sociedad antigua, como la griega, en contraposición con la sociedad moderna. Poniendo de relieve que mientras en las sociedades tradicionales este paso está codificado y ritualizado, en la actual dicho paso es ambiguo, casi inaprensible, difícil de percibir.

La materialización de esta propuesta Szenczi y Mañas la realizaron mediante el objeto, el relieve policromado y la pintura sobre lienzo.

En lo alto de la escalera que da acceso a la Sala aguardaba al visitante el lomo de un gigantesco libro abierto. La presencia del libro que dificultaba el paso, al estrechar el acceso de la Sala, advertía al espectador de que debía hacer una pausa y tomar conciencia de que entraba en un espacio “otro”, en un lugar “ritualizado”. A su vez, el libro, también indicaba, que la instalación se apoyaba en una reflexión de los autores a partir de ciertas lecturas, de estudios acerca del mundo griego.

Szenczi & Mañas - La mesa está servidaEl libro, además, tenía en su lomo, un par de agujeros a la altura de los ojos del visitante, mirando por esta suerte de mirilla, éste podía espiar, ver, una figura, la de la diosa Artemisa. La representación de la diosa ocupaba el lugar central de la Sala desde cualquier emplazamiento. Artemisa, deidad de la caza y la pesca, a la que se consagraban las pruebas de iniciación a las que eran sometidos los jóvenes en su paso a la edad adulta.

La diosa presidía una mesa en la que los alimentos representados tenían un carácter simbólico y en la que había, así mismo, representaciones del mundo salvaje, animales y vegetación, en una suerte de confrontación entre el mundo salvaje y la civilización.

Tras la mesa, colgado del muro, un cuadro de grandes proporciones, titulado significativamente Le déjeuneur d´huîtres célibataires, en el que se representaba una comida entre hombres, un extraño banquete de bodas, en el que el elemento femenino y perturbador, con connotaciones claramente sexuales, venía expresado por las ostras que los solteros estaban ingiriendo.

Acompañaban a estos elementos cuatro grandes relieves policromados ─ Le départ, El intercambio, La transmutación y Pasaje ─ que representaban otras tantas escenas de “paso” de un adolescente en la edad contemporánea, poniéndolas en relación con las cuatro estaciones del año.

Finalmente, otros dos lienzos, completaban la instalación. La regla era el primero que se encontraba el visitante al iniciar su recorrido siguiendo los muros de la Sala, era una representación del mundo de la escuela, del inicio de la socialización. Con el otro lienzo, Moira, se cerraba el recorrido, una clara alusión a las Parcas que tejen el hilo de la vida y presiden el destino de los hombres.

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