Cinco jóvenes artistas del intelecto
Ciertos estados de la mente o del alma y los recuerdos de todo aquello que jamás llegó a ser sino en el intelecto pueden conformar un estilo pictórico, una manera, que contribuya claramente a considerar el ejercicio de la pintura como una práctica de carácter representativo, ahondando asà en la posibilidad de ver aquélla en su talante más sÃgnico. Si la poesÃa fue motor de inicio, sus dos vertientes schillerianas ─ ingenua o sentimental ─ abrazan igualmente las extensiones artÃsticas sobre las que se cierne su sombra, llamémosles pintura o cualquier otra disciplina que se vincule con el cultivo del arte.
Literatura
Las implicaciones literarias en el mundo de la pintura, de todos es sabido, no son cosa de dos dÃas, constituyéndose a veces en una relación casi edÃpica. Sin embargo, la manera como estas implicaciones tienen lugar y se materializan abre un amplio espectro de actuaciones posibles, desde la mera traducción visual de registros retóricos hasta la asunción del pasado y de lo mÃtico colectivo o la especulación con el bagaje literario intrÃnseco al ser humano, como estÃmulo que remueve y agita lo actual.
En consideraciones globales similares a las apuntadas se ubica la exposición que Pucci Vilurbina ha coordinado en la galerÃa Ciento: considerar la acción de lo mÃtico como memoria, el reencuentro con lo simbólico como regreso del hijo pródigo, el estÃmulo de lo visual que ahonda en la caverna del intelecto, y la idea de la pintura, en suma, no como producción sino como representación sensible, el espÃritu y su proyección fuera de sÃ, todo ello con una escogida selección de obras ─ inmejorablemente dispuestas gracias a un soberbio montaje ─ de Alexandre Ferrer, Carlos Forns, Juan Antonio Mañas, Guillermo Pérez Villalta y Brigitte Szenczi.
Cabe destacar, asimismo, el pequeño catálogo guÃa de la exposición, que incluye dibujos, aforismos y poemas de los propios artistas, asà como otros textos escritos acerca de cada una de las obras expuestas.
El impacto de las pinturas de Alex Ferrer obedece tanto a la exquisitez con que han sido ejecutadas como a la selección que ha hecho de la temática representativa. Sus volúmenes arquitectónicos remiten por igual a la filosofÃa de la piazza metafÃsica, pero con implicaciones del recuerdo (o del anticipo) industrial conjugadas con la presencia de cubos, esferas y conos, como a la presencia de la arquitectura en el paisaje, por supuesto idÃlico y mÃtico, por tanto, fruto de la especulación del intelecto.
Guillermo Pérez Villalta, en su primera exposición en Barcelona, presenta cuatro pequeñas piezas inspiradas en cuatro virtudes (“la virtudâ€, escribe en el catálogo, “hace héroes a los artistasâ€), en su habitual lÃnea de contrapuntos formales, perspectivas arriesgadas, dominio total en la ejecución y reflexión sobre el estado moral y la protección de los arquetipos simbólicos.
Junto a estas obras, una selección de pequeñas esculturas en bronce, con motivos que aluden al bodegón y a figuras simbólicas, dan una visión más amplia de lo que constituye su particular concepción de la práctica artÃstica. De Carlos Forns sobresale su única escultura -un torso, una esfera y una pieza trouvée originalmente de madera ─ y algunas de sus obras en pequeño formato, sobre todo una enigmática visión de Venecia bajo el influjo de elementos futuristas, que resultan más sueltas y compactas que el resto.
Las obras de Mañas nos ofrecen unas escenas en las que se combinan diversas situaciones, alejadas y próximas, actuales y acronológicas, ofreciendo imágenes que se contrarrestan entre sà y se complementan, jugando con el paso del tiempo y sus posibles disfunciones. Por último, Brigitte Szenczi plasma en sus pinturas y dibujos un mundo personal que conjuga lo alegórico con lo casi fantasmal, haciendo explÃcito un fuerte carácter onÃrico que usa de la arquitectura más o menos utópica para materializarse y llegar a ser entidad.
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